¿Por qué lo hacemos?

¿Por qué llevamos a cabo campañas a favor de la lengua catalana?

Desde la Plataforma per la Llengua nos gustaría que los ciudadanos que hablan catalán pudieran disfrutar de los mismos derechos, servicios y disponibilidades de los que disfrutan el resto de ciudadanos de comunidades lingüísticas europeas de dimensiones parecidas a la nuestra. Pero de momento, nos encontramos muy lejos de este objetivo y nos queda aún mucho para llegar a él.

El catalán, por número de hablantes, usos habituales, prestigio y tradición de usos es una lengua media, del mismo modo que lo son el danés, el sueco, el noruego, el finés, el eslovaco, el húngaro, el griego o el checo. Los hablantes de estas lenguas, en la mayor parte de sus dominios lingüísticos, disfrutan de unos derechos y consideraciones muy superiores a las nuestras. La situación de los hablantes de estas lenguas sería para nosotros el umbral mínimo de lo que entendemos como normalidad.

Por poner algunos ejemplos:

  • Cuando un eslovaco entra en un supermercado en Bratislava dispone de cualquier producto de gran consumo etiquetado en eslovaco. En Locarno, en la Suiza de habla italiana, también está todo como mínimo en italiano; en algunos casos, con indicaciones que pueden ser específicas para Suiza y no comunes para Italia.
  • Aunque no llegan a los 300.000 hablantes, Coca-Cola tiene el etiquetaje y el web en islandés para Islandia. Con 30 veces más hablantes, no consta en catalán, a pesar de que los distribuidores para Islandia y Cataluña son los mismos: Coca-Cola Iberian Partners, una empresa catalana.
  • Cuando un ciudadano del Tirol del Sur, en Italia, va a comprar una aspirina, puede leer sus instrucciones en alemán. Además, el etiquetaje es específico porque la ley italiana de productos farmacéuticos es diferente que la de Austria o Alemania. Sólo hay unos 200.000 hablantes de alemán en este territorio. Un ciudadano en Zúrich dispone de las instrucciones de la aspirina en francés, alemán e italiano. Un letón dispone de la aspirina en estonio, letón y lituano, lenguas que entre las tres juntas reúnen menos hablantes que el catalán.
  • Para conseguir la nacionalidad británica no es necesario saber inglés si demuestras que sabes una de las lenguas propias de Gran Bretaña. Por ejemplo, basta con saber gaélico escocés, una lengua con pocos miles de hablantes que representan menos del 0,01 % del país. El catalán no sirve para nada de cara a obtener la nacionalidad española, a pesar de que más del 20 % de la población española lo habla.
  • Aunque sean poco menos de 50.000 hablantes, los groenlandeses, a pesar de pertenecer a Dinamarca, tienen el pasaporte en inuit. En Nueva Zelanda está en maorí. Incluso un británico tiene indicaciones en galés. El pasaporte para un catalán consta en 23 lenguas, 11 de ellas menos habladas que el catalán, pero no incluye ninguna indicación en nuestra lengua.
  • Un noruego es consciente de que puede disponer sin problemas de cualquier manual de instrucciones de una lavadora, televisor, montaje de un mueble, etc., en noruego; o que puede jugar a un videojuego como el FIFA en su lengua. Existen sólo 4 millones de hablantes de noruego, y conocen perfectamente el inglés; además, entienden sin problema el sueco y el danés.
  • Un lituano sabe que cuando va al cine todas las películas están en lituano (dobladas o subtituladas). Lo mismo le sucede a un búlgaro, a un sueco, a un finlandés, a un letón... incluso a un islandés.
  • Un estonio (con poco más de un millón de hablantes) puede comprar un coche SEAT con el sistema de navegación en estonio, el web en estonio, el catálogo en estonio o el manual de uso en estonio. Un ciudadano de Barcelona no tiene nada de esto, aunque las ventas donde el catalán es oficial son muy, pero que muy superiores a las de Estonia. De hecho, el catalán es el cuarto mercado mundial de SEAT.
  • Un ciudadano canadiense puede disponer de un juicio en francés en todos los puntos del país si él es el afectado, aunque no sea la lengua de la provincia donde vive. Sería como si un catalán tuviera derecho a un juicio en catalán en Extremadura; pero, de hecho, ni siquiera en Catalunya puede solicitar un juicio en catalán. El castellano es, por defecto, la lengua de la judicatura.
  • Cuando un flamenco (Bélgica) va a vivir a la otra punta del país sabe que cuando encienda el televisor dispondrá del canal público en neerlandés sin ningún tipo de problema, por más que allí el francés sea la única lengua oficial.

¿Es normal que en nuestro territorio todo esto funcione diferente? Pues esto es sólo una pequeña parte del régimen de excepcionalidad en el que nos encontramos.

Por poner más ejemplos: todas las lenguas europeas de dimensiones parecidas a la nuestra...

  • Tienen constituciones, disposiciones o normativas de facto que las hacen oficiales del Estado correspondiente al mismo nivel, como mínimo, que cualquier otra lengua. La Constitución española es la única de Europa que no reconoce una lengua propia de las dimensiones del catalán como lengua oficial del Estado; y, en consecuencia, el catalán no dispone de herramientas ni de los recursos que se derivan de ellas.
  • Si los Estados son miembros de la Unión Europea tienen todos los derechos como lenguas oficiales de la Unión Europea sin excepciones, con todas las repercusiones que ello representa. No existe ninguna lengua europea de las dimensiones del catalán que no sea lengua oficial de la Unión Europea. El nuestro es el único caso. La razón es que ninguno de los sucesivos Gobiernos españoles ha tenido la voluntad de solicitar que fuera oficial.
  • No sufren, como es el caso de nuestra comunidad, más de cien casos de discriminaciones lingüísticas graves por parte de la Administración del Estado español y de las administraciones autonómicas, con vejaciones e incluso violencia física hacia los ciudadanos por el simple hecho de hablar en catalán ante funcionarios públicos.
  • No tienen ninguna o prácticamente ninguna imposición legal de otra lengua que no sea la propia en la mayor parte del dominio lingüístico. La Plataforma per la Llengua calcula que actualmente hay vigentes más de 1.000 normas impositivas sólo del español. Debe tenerse en cuenta también que, dado que los sucesivos Gobiernos españoles se niegan a reconocer el catalán como lengua oficial del Estado y de la Unión Europea, ello conlleva consecuencias en la normativa europea que regula las lenguas que pueden usarse en algunos ámbitos.
  • España es el único de estos casos donde existen centenares de disposiciones legales que fuerzan las empresas a etiquetar, saber, relacionarse, atender al cliente, presentar  documentación... en español, y con sanciones o el cese de la actividad si no lo hacen. Para el catalán la normativa es escasa, y topa con bastantes tropiezos para poderla hacer efectiva. En los casos comparables es todo lo contrario. La lengua obligatoria es la lengua propia correspondiente.
  • No existe ninguna otra comunidad lingüística comparable que tenga impuesto por Constitución el deber de saber otra lengua que no sea la propia del territorio. De hecho, España, junto con Bulgaria, son los dos únicos Estados del mundo que explícitamente obligan, mediante la Constitución, a saber una lengua; pero España es el único del mundo que lo hace fuera del dominio lingüístico de la lengua impuesta.
  • El Congreso de los Diputados es el único parlamento de la Unión Europea que prohíbe que los diputados se expresen en una lengua propia de las dimensiones del catalán. La mayor parte de los ciudadanos de habla catalana no disponen de un parlamento de Estado donde se pueda hablar en catalán. De hecho, toda la imagen y las prácticas del Estado español se basan en un supremacismo lingüístico estructural excepcional que relega el catalán a lengua de segunda.
  • De forma planificada, los sucesivos Gobiernos españoles han querido invisibilizar la existencia y vitalidad del catalán, tanto dentro del Estado español como en la proyección internacional y en la identidad personal de los ciudadanos. Esta invisibilidad y voluntad de mostrar el catalán como residual se hace muy patente en el hecho de que España incluyera el catalán como lengua para la Carta Europea de las Lenguas Regionales o Minoritarias, herramienta pensada para lenguas de muchos menos hablantes. No existe ningún otro Estado europeo que lo haya hecho. Aun así, España tampoco aplica la Carta tal como la ha ratificado.
  • En el resto de casos existe un trato equitativo o neutral de los símbolos del Estado para no priorizar una lengua, y menos aún la impuesta. España, excepcionalmente, utiliza la letra Ñ y el español como marca internacional. Esta también es la lengua de los tratados internacionales, de las embajadas y consulados, de la enseñanza exterior...
  • Excepcionalmente, en España el jefe de Estado se expresa únicamente en español para los actos públicos generales para todo el Estado; el catalán queda relegado al ámbito local. Incluso jura la Constitución sólo en castellano y se considera válido hacerlo así.
  • A diferencia de otras comunidades lingüísticas de dimensiones parecidas, el catalán no tiene plenas competencias en la enseñanza de lenguas en la escuela o no existe un sistema equitativo de mínimos lingüísticos en cuanto al Estado. Para el territorio donde el catalán es lengua propia, el Gobierno español establece únicamente unos requisitos obligatorios que garanticen el español y una lengua extranjera, algo inédito en el resto de contextos. La enseñanza del catalán recae en la voluntad autonómica de forma opcional y sometida a serias trabas para hacerla lengua vehicular del mismo modo que lo es el castellano allí donde es lengua propia. El modelo español está en las antípodas de otros Estados fuertemente plurilingües como Suiza, Bélgica o Canadá, que no priorizan una lengua para todo el Estado, y menos aún lo hacen con la tradicionalmente impuesta.
  • Tampoco las Administraciones catalanas, valencianas ni baleares han querido desarrollar todas las competencias en este ámbito para equiparar el catalán, ni siquiera en aquello que podían, al resto de lenguas europeas de dimensiones similares. En este aspecto se podría ir mucho más allá en ámbitos como el cine, el etiquetaje y las instrucciones de productos, las garantías comerciales, los medios de comunicación, la compra responsable, el consumo de la Administración, la promoción musical, los usos del personal de la Administración, la señalización... En todos estos ámbitos el catalán sufre una situación anómala.